jueves, 8 de septiembre de 2011

Yalal ad-Din Muhammad Rumi

EL PREDICADOR



  Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo: "¡Oh, Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!"
  Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros. Un día, sus oyentes le dijeron:
  "No es costumbre rezar así! Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados."
  Pero él replicó:
  "Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la fe."

ABANDONAR LA COLERA


  Un día, alguien preguntó a Jesús:
  "¡Oh, profeta! ¿Cuál es la cosa más terrible en este mundo?"
  Jesús respondió:
  "¡La cólera de Dios, pues incluso el infierno teme esta cólera!"
  El que había hecho la pregunta dijo entonces: "¿Existe algún medio para evitar la cólera de Dios?"
  Jesús respondió: "¡Sí! ¡Hay que abandonar la propia cólera! Pues los hombres malvados son como pozos de cólera. Así es como se convierten en dragones salvajes."
  Es imposible que este mundo ignore los atributos contrarios. Lo importante es protegerse de las desviaciones. En este mundo, la orina existe. Y la orina no podrá convertirse en agua pura sin cambiar de atributos.

EL POZO DEL LEON


  Los animales vivían todos con el temor del león. Las grandes selvas y las vastas praderas les parecían demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y fueron a visitar al león. Le dijeron:
  "Deja de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para servirte de alimento. Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no tendrán ya este amargor que les encontramos."
  El león respondió:
  "Si eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy perfectamente de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y el profeta dijo: "El fiel no repite dos veces el mismo error"."
  "¡Oh, sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el destino. No saques tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las decisiones de Dios para que El te proteja!"
  "Lo que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener paciencia, pues el profeta dijo: "Es preferible que uno ate su camello!""
  Los animales:
  "Las criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la sumisión. Mira el niño de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues son los hombros de su padre los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor de sus pies el que lo obliga a tomarse el trabajo de caminar."
  -Es verdad, reconoció el león, pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies? Si el dueño de la casa tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe hacer. Del mismo modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse antes de llegar a su lado, me parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha sino a la sombra de un árbol frutal. Así el viento hace caer la fruta necesaria. Dormir en medio de un camino por el que pasan bandidos es peligroso. La paciencia no tiene valor sino una vez que se ha sembrado la semilla."
  Los animales respondieron:
  "Desde toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues, si una cosa no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna precaución resulta útil si Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir bienes no debe ser una preocupación para las criaturas."
  Así, cada una de las partes desarrolló sus ideas por medio de muchos argumentos pero, finalmente, el zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron convencer al león.
  Así pues, un animal se presentaba al león cada día y éste no tenía que preocuparse ya por la caza. Los animales respetaban su compromiso sin que fuese necesario obligarlos.
  Cuando llegó el turno al conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás animales le dijeron:
  "Todos los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más aprisa posible junto al león y no intentes trucos con él."
  El conejo les dijo:
  "¡Oh, ámigos míos! Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os liberen de ese yugo. Eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."
  -Dinos cuál es tu idea, dijeron los animales.
  -Es una triquiñuela, dijo el conejo: cuando se habla ante un espejo, el vaho empaña la imagen."
  Así que el conejo no se apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese tiempo, el león rugía, lleno de impaciencia y de cólera. Se decía:
  "¡Me han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en camino de la ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir de hoy, ya no los escucharé."
  Al caer la noche, el conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el león, dominado por la cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el conejo se acercó a él, con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras tímidas hacen sospechar culpabilidad. El león le dijo:
  "Yo he abatido a bueyes y a elefantes. ¿Cómo es que un conejo se atreve a provocarme?"
  El conejo le dijo:
  "Permíteme que te explique: he tenido muchas dificultades para llegar hasta aquí. Había salido incluso con un amigo. Pero, en el camino, hemos sido perseguidos por otro león. Nosotros le dijimos: "Somos servidores de un sultán " Pero él rugió: "¿Quién es ese sultán? ¿Es que hay otro sultán que no sea yo?" Le suplicamos mucho tiempo y, finalmente, se quedó con mi amigo, que era más hermoso y más gordo que yo. De modo que otro león se ha atravesado en nuestros acuerdos. Si deseas que mantengamos nuestras promesas, tienes que despejar el camino y destruir a este enemigo, pues no te tiene ningún temor."
  -¿Dónde está? dijo el león. ¡Vamos, muéstrame el camino!"
  El conejo condujo al león hacia un pozo que había encontrado antes. Cuando llegaron al borde del pozo, el conejo se quedó atrás. El león le dijo:
  "¿Por qué te detienes? ¡Pasa delante!"
  "Tengo miedo, dijo el conejo. ¡Mira qué pálida se ha puesto mi cara!"
  -¿De qué tienes miedo?" preguntó el león.
  El conejo respondió:
  "¡En ese pozo vive el otro león!"
  -Adelántate, dijo el león. ¡Echa una ojeada sólo para verificar si está ahí!
  -Nunca me atreveré, dijo el conejo, si no estoy protegido por tus brazos."
  El león sujetó al conejo contra él y miró al pozo. Vio su reflejo y el del conejo. Tomando este reflejo por otro león y otro conejo, dejó al conejo a un lado y se tiró al pozo.
  Esta es la suerte de los que escuchan las palabras de sus enemigos. El león tomó su reflejo por un enemigo y desenvainó contra sí mismo la espada de la muerte.

LA DUDA


  Muaviya, tío de todos los fieles, estaba durmiendo en su palacio. Su palacio estaba cercado y las puertas tenían cerrojos. Era imposible que un extraño pudiese penetrar en él. Sin embargo, alguien tocó a Muaviya para despertarlo. Cuando abrió los ojos, no vio a nadie y se dijo:
  "Es imposible entrar en mi palacio. ¿Quién ha podido hacer esto?"
  Después de muchas búsquedas, encontró a alguien que se ocultaba tras una colgadura. Le dijo:
  "¿Quién eres y cómo te llaman?"
  -¡El pueblo me llama Satanás!
  -¿Y por qué me has despertado
  ?-Porque es la hora de la oración y tienes que ir a la mezquita.
  No olvides que el profeta dijo que no debía tolerarse ningún retraso en la oración.
  Muaviya le dijo:
  "¡Es extraño que tú invoques esta razón, pues nada bueno ha venido nunca de ti! ¡Es como si un ladrón viniera pretendiendo querer montar la guardia!"
  -En otros tiempos, replicó Satanás, yo era un ángel y mi alma se alimentaba con mis plegarias. Era entonces compañero de otros ángeles y eso ha quedado en mi naturaleza. iMe es imposible olvidar el pasado!
  -Es cierto, pero eso no impide que hayas cerrado el camino a muchos sabios. ¡No puedes ser fuego sin quemar! Dios te ha hecho abrasador y quien se acerca a ti, necesariamente se quema. Tu pretendida sabiduría se parece al canto de las aves imitado por los cazadores.
  -Aparta la duda de tu corazón, dijo Satanás, yo soy una piedra de toque para la verdad y la falsedad. No puedo afear lo hermoso. Mi existencia no es sino un espejo para lo hermoso y para lo feo. Soy como un jardinero que corta ramas muertas. El árbol protesta: "¡Soy inocente! ¿Por qué me destruyes?" Y yo respondo: "No porque estés torcido, sino porque estás seco y sin savia. Tu naturaleza, la esencia de tu semilla es mala. Nunca has sido cruzado con una buena esencia. Sin embargo tu naturaleza habría salido ganando si te hubiesen injertado un esqueje de buena esencia".
  -¡Cállate! exclamó Muaviya, ¡es inútil que intentes convencerme!"
  Se volvió hacia Dios y le dijo:
  "¡Señor mío! ¡Sus palabras son como niebla! ¡Ayúdame! El es muy fuerte argumentando y temo su astucia."
  Satanás dijo:
  "El que es presa de una mala duda se vuelve sordo ante millares de testigos. No te lamentes ante Dios por mi causa. Llora más bien ante tu propia maldad. ¡Me maldices sin razón pero harías mejor mirándote a ti mismo!"
  Muaviya respondió:
  "¡Es la mentira la que hace nacer la duda en el corazón!"
  -¿Y tienes tú un criterio para distinguir lo verdadero de lo falso
  ?-La verdad procura la paz del corazón, pero la mentira no lo conmueve. Es como un aceite que se ha mezclado con el agua: ya no puede arder. Dime: tú, el enemigo de todos los que velan, ¿porqué me has despertado? ¡Respóndeme y sabré si dices verdad!
  Satanás intentó eludir la respuesta, pero Muaviya lo instó a que se explicara y acabó por confesar:
  "Voy a decirte la verdad. Te he despertado para que no te retrases en la mezquita. Pues si te hubieras retrasado, tu arrepentimiento habría anegado el universo. Las lágrimas habrían brotado de tus ojos y el arrepentimiento de alguien para quien la oración es un placer es aún más fuerte que la oración. ¡Te he despertado, pues, para que tu arrepentimiento no te permita acercarte más aún a Dios!"
  Muaviya exclamó:
  "¡Ahora dices la verdad! No eres sino una araña en busca de moscas. ¡Y me has tomado por una mosca!"

LA MIEL DEL VINO


  Alguien acusaba a un sheij diciendo:
  "No es más que un hipócrita. Bebe vino a escondidas. ¿Cómo creer que un hombre semejante pueda ayudar a sus discípulos?"
  Un fiel le dijo:
  "Ten cuidado con tus palabras. Dios no permite tener tales pensamientos sobre hombres santos. Aunque lo que dices fuera verdad, ese sheij no es un estanque tan pequeño que pueda enturbiarlo un poco de barro. Es más bien un océano.
  -Sí, replicó el otro, pero yo lo he visto en un estado poco conveniente. No reza y tiene un comportamiento indigno de un sheij. ¡Si no me crees, ven conmigo esta noche y verás! ¡Su ocupación es ser hipócrita de día y pecar de noche!"
  Llegada la noche, se encontraron bajo la ventana del sheij y lo vieron, con una botella en la mano.
  El hombre gritó entonces:
  "¡Oh, sheij, la verdad sale a luz! ¡Y tú nos decías que el diablo metía sus pezuñas en la copa de vino!"
  El sheij respondió:
  "Mi copa está tan llena que nada puede penetrar en ella."
  El hombre comprobó entonces que la botella estaba llena de miel y quedó avergonzado. El sheij le dijo:
  "Antes de apesadumbrarte, ve a buscar vino. Estoy enfermo y lo necesito. En un caso semejante, las cosas normalmente prohibidas se hacen lícitas."
  El hombre fue a la taberna pero, en cada tonel, no encontró sino miel. Ni rastro de vino. Preguntó al tabernero dónde estaba el vino.
  Cuando hubieron comprobado esta extraña metamorfosis, todos los bebedores de la taberna se pusieron a llorar y vinieron ante el sheij.
  "¡Oh, maestro! ¡Sólo has venido una vez a nuestra taberna y todo nuestro vino se ha transformado en miel!"
  Este mundo está lleno de alimento ilícito, pero el fiel no debe tocarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario