Diario Tiempo Argentino.
Publicado el 30 de Enero de 2011. Por
Diálogo interreligioso entre Bernardo Stamateas y Shaykh Muhammad Hisham Kabbani
Uno es el escritor de autosuperación más vendido de la Argentina. Su libro Quiero un cambio figura al tope de la lista de best sellers. Es psicólogo, sexólogo, teólogo y pastor. El otro es el máximo líder del sufismo en Occidente y portavoz mundial en la lucha contra el extremismo religioso.
En una mesa se sientan dos hombres. Uno tiene larga barba blanca. El otro no. Uno viste turbante y un saco largo que sólo se ve en ciertas zonas del Oriente Medio. El otro tiene camisa manga corta, sobrio y canchero, y lleva un corte discreto, hacia un costado, el cabello casi completamente blanco. Uno nació en el Líbano hace 65 años y tiene un largo nombre, donde se añade el título que lo hace sobresalir a nivel mundial: Shaykh Muhammad Hisham Kabbani. El otro responde a un nombre módico: Bernardo Stamateas, nació en el barrio de Floresta y es de padres griegos.
Uno es el máximo líder del sufismo en Occidente, la rama mística del Islam, califa de la orden Naqshbandi –una de las comunidades sufis más populares a nivel mundial– y un portavoz internacional en la lucha contra el extremismo religioso, de visita en la Argentina hasta el lunes. El hombre de la barba blanca tuvo encuentros con George Bush, Bill Clinton, Tony Blair, el rey Juan Carlos, y los gobiernos le piden ayuda a gritos para que los aleccione sobre cómo reducir el fanatismo violento en sus países e introducirlos en los ritos sufis, un camino reivindicado por maestros espirituales como Osho, G.I. Gurdjieff, y practicado por músicos como Robert Fripp, narradores como Doris Lessing –Nobel de Literatura– y el boxeador Muhammad Alí, a quien inició el propio Hisham. No es fácil la tarea de un pacificador: antes del 11/9, el sheikh declaró abiertamente que buena parte de los musulmanes en su país eran extremistas, y recibió varias amenazas de muerte.
El otro hombre detrás de la mesa es el escritor de autosuperación más vendido de la Argentina. Su libro Quiero un cambio figura al tope de la lista de best sellers. Psicólogo, sexólogo, teólogo y pastor, Stamateas hoy calienta el rating del programa El referí del matrimonio, escribe columnas para Tiempo Argentino, y no sólo habla de crisis de pareja o emocionales. También es un académico que advierte a la gente sobre el peligro de la espiritualidad malentendida –su libro Intoxicados por la fe fue aclamado a lo largo y ancho del espectro religioso.
El último jueves, ambos, el libanés de la barba larga y el argentino de la barba rasurada, se unieron en una mezquita de Buenos Aires para celebrar un encuentro con escasos precedentes: dos hombres espirituales, creyentes y devotos, quizás en las antípodas por su credo, se sumaron para conversar de paz, unión, tolerancia, y de cómo se sana una fe enferma. Fue una noche histórica. Vale la pena ver los resultados.
Stamateas: –Vengo de la religión cristiana. No quiero hablar desde otro lugar que no conozco ni soy autoridad en el tema. El psicólogo social Erich Fromm decía que la religión puede curar lo que nadie puede curar, o enfermar lo que nadie puede enfermar. Es decir, se puede usar la fe como elemento sanador o se puede usar como un elemento tóxico y enfermo. Hay una teología que ha lastimado mucho al ser humano dentro del cristianismo, es el acto de autodesprecio. Cuando la fe cristiana dice no sirvo, no valgo. No soy nada. Dios es todo y es tan misericordioso que me ama a mí que no sirvo para nada. Esta fe tóxica ha matado la autoestima de la persona, elimina su potencial. Y eso ha traído que la estima se quiebre y provoque una de las emociones más contaminantes que existen: la envidia. Como él siente que no tiene estima y no tiene la capacidad para conseguir lo que quiere alcanzar, se compara con los demás, y los envidia. Y como siente que es incapaz y el otro ha logrado lo que él no puede, se dedica a criticarlo y destruirlo. Es una parte de la fe tóxica que veo a diario.
Hisham: –En el Líbano, no sólo los musulmanes, incluso los cristianos, los protestantes y los judíos ortodoxos, todos dicen Alá, que en árabe significa “Nuestro Señor”. Es la misma palabra. En verdad, todas las religiones tienen la misma base: creen en el mismo Dios que envía a sus profetas para entregar un mensaje a la humanidad. Como musulmanes también creemos en estos mensajes, y Muhammad –Mahoma– también entregó este mismo mensaje de los cielos. Todos sentaron las mismas bases. Moisés, Abraham, tenían mensajes similares que venían de arriba. Tal vez hay diferentes caminos pero apuntan a lo mismo. Todas las religiones terminan en un mismo destino. En la vida, sucede lo mismo. A algunos les gusta manejar un coche Nissan, otros prefieren una Toyota, pero todos manejan un auto. En las religiones cada uno elige la que más le gusta y se acomoda a sus necesidades. Eso no significa apartarse de los demás. Todos manejamos autos. Dios dijo en el Corán que les dio honor a los seres humanos. Y por eso no se puede humillarlos. No hay que destruir su estima, es una ley divina. Lo que dice Stamateas es correcto, el que no respeta esta ley, crea una situación de envidia, depresión y celos, y así empiezan los problemas. El profeta Muhammad alentaba a sus compañeros para que el ego estuviera contento. Les decía: “Cuando vayas al paraíso vas a tener ríos de vino, de miel, de leche”. Quería describir algo dulce para que ellos pudieran estar contentos y ser buenos devotos.
S: –Es que una fe sana siempre levanta la estima y nos devuelve la dignidad. El hombre no tiene precio. Tiene valor. El precio lo pone la gente. Es por eso que alguien puede sentirse apreciado o menospreciado. Pero el valor nos lo damos nosotros. Cuando la fe transmite ese desprecio, enferma. Cuando transmite valor, sana. Hay otro concepto del cristianismo que intoxicó la fe de muchos. La noción de que hay que aislarse del mundo, el mundo es malo, la gente está contaminada. Y juntarse con otra persona puede enfermarnos como un virus. Los primeros cristianos estaban escondidos en cuevas, y eso quedó en el ADN de la mentalidad de los fieles que hasta el día de hoy dicen que hay que aislarse. Esto, en lugar de contribuir la fe, sembró el miedo. Si uno se siente débil, entonces cree que el otro me va a transmitir algo malo y puede hacer tambalear nuestra fe. Entonces no tengo que juntarme. El miedo es la madre de la ira. En psicología decimos que una persona iracunda es una persona con miedo. Eso explica quizás tanto fundamentalismo en todas las religiones, y gente que ve al otro como una amenaza. Y eso impide compartir la fe y nos vuelve a todos paranoicos y violentos.
H: –Bueno, la gente tiene orígenes diferentes. No vas a encontrar a dos iguales. Ni siquiera en el pensamiento. Pero la religión es siempre la misma. No hay diferencia alguna excepto en la forma de acercarse a Dios. En el sufismo aceptamos a todos. Es por eso que Rumi, uno de los más grandes santos sufis, decía en un poema: “No me conozco. ¿Soy judío, cristiano, budista, musulmán? Soy todos. Porque Dios está en mi corazón”. Así que no vemos diferencias, sólo está en la forma práctica de devoción. Nosotros hacemos cinco rezos al día. Otros harán menos, otros harán 50. Pero todos predicamos el respeto por los demás. Y creemos en Dios. En nuestra fe hay seis pilares, entre ellos, creer en Dios, en los ángeles, en sus libros –todos, los salmos, la Torá, la Biblia y el Corán–, en todos los profetas, Jesús, Moisés, Noé, Abraham, Adán y muchos otros. Y creer en el día de la resurrección. El sufismo es una forma de purificar nuestra fe. Es una manera de traer la excelencia para alcanzar niveles más altos de iluminación. Eliminar los malos caracteres y potenciar los buenos. El profeta Muhammad dijo que los signos de los hipócritas son tres: cuando habla, miente. Si promete, no cumple. Si confían en él, traiciona. Incluso si reza y ayuna, es un hipócrita. Incluso, si dice que es un musulmán es un hipócrita. En el sufismo luchamos por dejar atrás todas las malas actitudes del ego. Ese es nuestro trabajo.
S: –A mí me llama la atención cómo el cristianismo mal entendido promueve la culpa. La noción de que Dios nos creó para sufrir, para el dolor. Que somos culpables de todo lo que nos pasa. Y esto hace que cualquier persona pierda la alegría de la vida. Por otro lado, se ha extendido en el cristianismo una teología escapista donde lo importante es lo que sucederá en el cielo. Creo que una fe sana nos da la esperanza no sólo en el más allá, sino también en el más acá. La persona no sólo es espíritu sino también cuerpo. Y proyectarse en la eternidad es bueno, pero recuperando siempre la alegría en el más acá. Ahora bien, ¿cómo manejan ustedes el concepto de la culpa, shaykh, en el sufismo? ¿Ponen también las esperanzas en el más acá?
H: –Es interesante este punto. Se dice en el sagrado Corán: “Dios, danos una buena vida en esta y en el más allá. Danos en esta vida amor y en el más allá también. Danos en esta vida belleza, y en el más allá también”. No dijo “Danos sufrimiento”. Ni miseria. Dijo: “Danos algo bueno”. El profeta Muhammad pedía todo lo que fuera bueno. Convertir algo en pecado y en culpa no está mal, pero es porque Dios da una oportunidad inmediatamente para arrepentirse y crecer. Dios dice: “Oh, mi servidor, no pierdas la esperanza”. Dios les da felicidad a todos. Acá y en el más allá. Es por eso que un creyente debe tener una mejor relación con su familia, y con su comunidad. Eso es importante. Una vez, el profeta Muhammad daba los rezos en su mezquita y vino un beduino, que venía del desierto, y no sabía nada de Moisés, ni de Jesús. No sabía nada de nada. Le dijo: “Oh, profeta. ¿Qué va a suceder en el día de la resurrección?”. Saben, muchos cuando piensan en el día de la resurrección dicen: “Uh, vamos a ser castigados, ¿no?”. Es por eso que vinieron todos los profetas. Para castigarnos, eso creen. Pero qué le dijo el profeta al beduino. “Aún falta mucho para ese día, tenés que vivir tu vida. Y cómo te gustaría que sea tu vida. Qué vas a preparar para ese viaje. Qué has aprendido. Cuáles son las buenas características que le presentarás a Dios.” ¿Qué piensa que dijo el beduino? ¿Tres rezos, cinco oraciones, ayunar? ¿Eso preparaba para Dios? No, él dijo: “Yo te amo a vos profeta, y amo a Dios. No sé más que eso. Ese es mi tesoro. Eso me llevaré”. Muhammad le dijo: “Con eso es suficiente para ir al paraíso”. Este es un mensaje para los creyentes de todas las religiones: amen a sus profetas y amen a Dios. Amen a todo en este universo. Y amen este mundo que es bonito. Todo el mundo va a Disney World, ¿para qué? ¡Este mundo es mejor que Disney! No hace falta ir a Disney. Esto es hermoso. Fíjense los paisajes que tienen ustedes en la Argentina: la nieve en la Antártida, la Patagonia, es fabuloso. ¿Por qué necesitan otra cosa?
S: –Así es. Esta tierra es un regalo de Dios al hombre. Una fe sana nos lleva siempre a dialogar y respetar las creencias del otro. Y a trabajar con el otro en lugar de aislarnos. La fe sana trae perdón, esperanza, y nos hace saber que vamos a disfrutar una eternidad con Dios. Hay un concepto muy interesante en la Biblia. Dice que Dios es rey de reyes. Por qué dice esto. Uno cuando es hijo no es rey, es príncipe. Sólo cuando el rey se muere, el príncipe es rey. A menos que el rey tome a su hijo príncipe y le dé un territorio, fuera del suyo. Desde el cristianismo, Dios es rey de los cielos. Como él no muere y quería que fuéramos reyes, nos regaló esta pelota de barro llamada Tierra para que reproduzcamos su reino. Así como en el cielo, él es totalmente perfecto. Nosotros queremos llevar ese proyecto. En el cristianismo, se entiende que Jesús vino a mostrarnos ese reinado de Dios en el cielo. Por eso se dice: padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, sea hecha tu voluntad así en el cielo como en la tierra. ¿En el sufismo piensan algo distinto?
H: –Cuando Dios dijo a sus ángeles: voy a crear a mi representante en la Tierra, voy a crear a mi califa, que es el más alto poder, los ángeles le advirtieron: Dios, ¿para qué vas a crear al ser humano que lo más probable es que corrompa la Tierra? Sabían que habría problemas. Los ángeles lo sabían. Dios dijo: “Con todo respeto, yo sé lo que ustedes no saben. Soy el único que sabe todo. Ustedes saben sólo lo que yo les transmití. No saben el secreto que estoy enviando dentro de la humanidad a la Tierra”. En el sufismo, hay un rey, al igual que en el cristianismo. Dios sabe algo que ni los ángeles, ni nosotros sabemos. No sabemos el secreto que él nos dio. ¿Por qué nos dio Dios esta Tierra para convertirla en un bello lugar? Es por eso que los profetas nos traen este mensaje para recordarnos que somos seres especiales. Hay muchas similitudes entre el sufismo, el judaísmo y el cristianismo. Esto nos debería unir.
S: –Me alegra tener cosas en común. Porque el corazón de todas las religiones es el amor, el valor humano y el respeto por la vida. Cuando la fe nos quita la alegría de la vida y el deseo de compartir, nos bloquea. Cuando la religión transmite miedo, cuando nos hace ver que el que piensa distinto vale menos, o cuando no podemos aprender del otro, entonces la fe en vez de expandir el espíritu, empieza a reducirlo. Dicen que el orgullo es como el mal aliento. Se dan cuenta todos, menos el que lo tiene. Tiempo atrás, una persona religiosa me preguntó a qué profeta amaba más de la Biblia. Yo le dije: Abraham. Porque Dios le dijo: “te bendeciré y serás de bendición”. Entonces yo le decía que todos nosotros tenemos bendiciones. Pero que no son para nosotros. Son para otro. Cuando las soltamos, alguien viene y nos da a nosotros su bendición. En ese momento, el director de un canal de televisión, me dijo: te voy a dar un ejemplo de lo que decís. Vino una mujer a pedirme trabajo llorando. Dios me dijo: dale un empleo. Y esa mujer es la que nos sirve café a los directores. Pasada una semana, tenían que operar a la sobrina del director. Le dijo: no me traigas café, estoy mal. No quiero ver a nadie. La mujer le dijo, yo te voy a contactar con tu médico. A los diez minutos, viene y le dijo ya te saqué turno. Era el mejor médico en esa especialidad de Latinoamérica. Operó a la bebé, era la persona indicada para esa enfermedad. Él tenía la bendición de darle trabajo. Y ella la bendición de presentarle a su médico. Así decía Jesús, amarás a tu Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo.
H: –Hay muchas historias bellas como esa que usted cuenta, Bernardo. El profeta Muhammad dijo: “Hay en el cuerpo un pequeño pedazo de carne, y si esa carne está sana, todo el cuerpo está bien. Si está enfermo, todo el cuerpo enferma. Y ese es el corazón”. Así que, si tenés un corazón fuerte, todo irá bien. Una persona enferma puede vivir incluso en estado de coma, mientras su corazón lata. Cuando deja de latir, muere. Es el medidor. El foco siempre está en el corazón. Dios dijo: “Ni la tierra ni los cielos me contienen, sólo el corazón del creyente me puede contener”. Estamos en la misma línea, Bernardo. Puede haber diferencias menores que se aplican a la necesidad de cada cultura. Estas discusiones deben suceder siempre. Al comienzo, Bernardo dijo que estaba preocupado por las diferencias, por el odio entre creyentes de distintas religiones, por el extremismo. En verdad, la realidad del Islam, es la moderación y construir puentes entre otras comunidades. Me duele mucho que algunos musulmanes cometieron actos de violencia que contaminaron a todo el Islam como extremista. Y eso no es real. No aceptamos estas acciones. Este radicalismo. Somos pacíficos y también buscamos condenar estos casos tremendos que no le hacen bien a nadie. Nuestra intención es acercarnos a los demás, y dialogar como hoy con Bernardo. Que Dios los bendiga a todos.
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