lunes, 17 de septiembre de 2012

"Ooj."



Ooj
Hajja Anna Adil, sohbat publicado el 25 de Ramadán del 1433.

Le invitamos a pasar un Ramadán junto a la fragancia de Hajja Anna Adil (qas). Todos los días de este sagrado mes y durante los tres días del Eid al-Adha, publicaremos un nuevo sohbat de ella. El día del aniversario de su fallecimiento, la colección completa se ofrecerá como un libro. Que Allah (swt) nos mantenga en su santa compañía para siempre. 

En el tiempo de Adán (as) había un hombre llamado Ooj. Era un gigante. Su cabeza llegaba hasta las nubes. Cuando caminaba en el mar, el agua sólo llegaba hasta sus rodillas. Cuando tenía hambre recogía las ballenas con sus manos, las freía sobre el sol y las comía. Si se enojaba con un pueblo, saltaba sobre él y mataba a todos sus habitantes.

Él tuvo una vida muy larga, pero siempre tenía hambre. Vivió hasta el tiempo de Moisés (as) y vivía en Jaffa. Trabajaba por su comida acarreando madera.

Cuando a los Hijos de Israel se les ordenó entrar en Tierra Santa, se negaron a obedecer porque habían oído que en Palestina había terribles gigantes. Los Hijos de Israel llegaron hasta la frontera, pero tuvieron demasiado miedo de cruzar. Le dijeron a Moisés (as) que fuera solo con Aarón (as) y ellos los esperarían. Todo el ejército se negó a moverse, así que los dos hermanos siguieron solos obedeciendo a su Señor.

Ellos enviaron a doce buenos hombres como avanzada para explorar la tierra. Ellos descubrieron que realmente había gigantes viviendo allí.  Entre los doce, había dos que luego se convertirían en profetas y su luz brilló sobre sus rostros, así que los gigantes los respetaron. Pero los gigantes decidieron probarlos para ver cuán sabios eran realmente.

Los gigantes cultivan frutas y verduras gigantes. Ellos tomaron un enorme melón y se lo dieron a los profetas como regalo para que lo llevaran a casa. Cómo podrían llevar tan enorme regalo? No podían alzarlo ni hacerlo rodar. Así que los doce tomaron un largo palo y lo ataron al melón y lo llevaron seis de cada lado.

Los doce buenos hombres prometieron no decir a los Hijos de Israel que los gigantes no eran temibles. Los diez que no eran profetas olvidaron su promesa y lo contaron. Sólo los dos profetas no lo dijeron. Pero de cualquier manera, le dijeron a la gente que obedecieran a Allah porque lo que Él prometió sucedería. Los Hijos de Israel aun así se negaron a cruzar el río Jordán y tomar la tierra que les fuera prometida.

Entonces los gigantes enviaron a Ooj a matar a los profetas. Sayyidina Moisés (as) y Sayyidina Aarón (as) fueron los únicos que pudieron ver acercándose a ellos, lo que parecía una montaña llevando una montaña. Era Ooj llevando una colina para arrojarla sobre los Hijos de Israel.
Sayyidina Moisés (as) medía diez metros de alto y su bastón tenía diez metros de largo. Él dio un salto de diez metros en el aire y golpeó a Ooj en el tobillo. Allah envió a su siervo desde el infierno con una roca. La roca golpeó la colina haciendo un agujero en ella, como un collar, que cayó alrededor del cuello de Ooj, y al mismo tiempo Moisés (as) lo golpeó en el tobillo. La colina cayó y mató a Ooj. Sayyidina Moisés (as) informó a los Hijos de Israel que Ooj había muerto, pero Allah ya había escrito para ellos cuarenta años en el desierto por su desobediencia.

Ellos caminaban todo el día y dormían por la noche, y cuando despertaban, estaban en el mismo lugar cada mañana. A Moisés (as) se le ordenó que golpeara una piedra doce veces con su bastón y surgieron doce manantiales, que proveyeron de agua a cada tribu. Allah les proveyó de codornices y maná para que comieran.

Después de cuarenta años, la mayoría de los viejos había muerto. Un día, Moisés (as) y Aarón (as) estaban caminando y vieron un árbol con una mullida y hermosa cama debajo. Aarón (as) se acostó sobre ella y desapareció. Sayyidina Moisés (as) volvió para contarles a los Hijos de Israel y lo acusaron de haber matado a su hermano por celos. Ellos dijeron que siempre habían amado más a Aarón (as). Moisés (as) tuvo que llevarlos al lugar y suplicar a Allah que les mostrara a su hermano sobre la cama para que le creyeran.

Moisés (as) nunca estuvo enfermo. Había estado enfermo una vez y no le gustó, entonces le suplicó a Allah que no permitiera que él estuviera enfermo otra vez. Entonces Allah vistió a Su Profeta con el ropaje de la salud, y desde ese momento nunca más estuvo enfermo. Moisés (as) también le pidió a Allah que no tomara su alma para la muerte hasta que él entrara a su propia tumba y se acostara allí.

Un día, cuando Moisés (as) estaba caminando bajo el caliente sol, se cruzó con un grupo de jóvenes que estaban cavando una tumba. Le dijeron que no estaban seguros si habían cavado la fosa de la medida adecuada y le pidieron por favor si la podría probar para que ellos pudieran ver. Estaba fresco en la tumba, así que Moisés (as) entró y se acostó. Azrail (as) llegó inmediatamente y tomó su alma. Los ángeles lo lavaron y lo pusieron en la tumba y la cubrieron. Nadie sabe hasta hoy dónde está enterrado.

Josué (as) lo reemplazó como profeta y guió a los Hijos de Israel a la Tierra Prometida. Los viejos se habían ido y los jóvenes ya eran viejos. Ellos entraron a Palestina como Allah ordenó, derrotando a los gigantes tal como habrían hecho si hubieran obedecido cuarenta años antes.

Los judíos solían lavarse desnudos. Sólo Moisés (as) era pudoroso y se mantenía cubierto aun cuando se bañaba, así que la gente decía que debía haber algo mal en él, que era deforme o que escondía algo. Un día, mientras Moisés (as) se estaba cambiando detrás de una roca, Allah hizo que la roca se corriera, de forma que los judíos pudieron ver a su Profeta desnudo y comprobar que no tenía ningún defecto de ningún tipo. Moisés (as) estaba enojado y golpeó la roca con su bastón. Se rompió en tres partes. Allah le dijo que llevara esas tres partes con él dondequiera que fuera. Desde ese día, ellos caminaron a su lado y le daban agua. Esas tres rocas fueron las que más tarde llamaron a Sayyidina David (as) en el camino para que las recogiera y las pusiera en su honda para matar a Goliat, el gigante.

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