Hajja Anna Adil, sohbat publicado el 12 de Ramadán del
1433.
Le invitamos a
pasar un Ramadán junto a la fragancia de Hajja Anna Adil (qas). Todos los días
de este sagrado mes y durante los tres días del Eid al-Adha, publicaremos un
nuevo sohbat de ella. El día del aniversario de su fallecimiento, la colección
completa se ofrecerá como un libro. Que Allah (swt) nos mantenga en su santa compañía
para siempre.
Había una vez, una madre
cuyo hijo hacía todo tipo de cosas prohibidas (beber alcohol, apostar, etc.).
La señora era discípulo de Hassan al-Basra (qas), y era piadosa y buena. Todos
los días, ella iba a donde el Shaykh para pedirle que rezara por su hijo. Todos
los días, el Shaykh le decía "Insha'Allah", pero el muchacho permanecía igual.
Un día el muchacho salió de
la casa y no regresó hasta la mañana siguiente.
La madre volvió a donde el
Shaykh. Esta vez él le dijo que regresara a su casa, hiciera la ablución y
rezara. Al final, ella debía hacer la súplica por sí misma, porque la súplica
de una madre siempre es aceptada.
Ella rezó toda la noche,
mientras su hijo estaba afuera bebiendo con sus amigos. De repente, mientras él
bebía en exceso, escuchó una voz que salía de su copa. La voz dijo: "No esperes
la Misericordia de Allah". Él tiró la copa al suelo, e inmediatamente se
arrepintió de corazón. Sus amigos se burlaron de él, diciéndole que él era tal
como su madre, pero a él no le importó.
Cayó la mañana y el muchacho
llegó a su casa arrepentido. Él encontró a su madre suplicando por él. Las
lágrimas de la mujer empapaban la alfombra de oración. Él
abrazó a la madre, le dijo que estaba arrepentido y que jamás volvería a tocar
las bebidas alcohólicas. Ella abrazó a su hijo y él cayó sin fuerzas ni
conciencia en sus brazos. Ella pensó que talvez se había desmayado y arrojó agua
fría sobre su cara. Sin embargo, su amado hijo seguía tendido como un muerto.
Ella acudió al Shaykh y le
contó lo sucedido. El Shaykh le instruyó que subiera el cuerpo de su hijo en un
burro y que lo llevara a la Ka'aba, en Meca. Allí, ella debía hacer tawwaf
7 veces. Si él despertaba, debían regresar a casa. Pero si no, ella debía
seguir el camino hasta las montañas Libanesas. El viaje a Meca le tomó más de
un mes, pero ella lo completó e hizo el tawwaf. Nada aconteció. Su hijo
seguía como si estuviera muerto.
Entonces ella lo volvió a
subir al burro y partió hasta las montañas Libanesas. Este viaje le tomó
muchos, muchos meses. Finalmente, ella llegó a un jardín en el que vio a 7
hombres parados en fila, listos para hacer la oración funeraria. Cuando ellos
la vieron, le explicaron que su Shaykh había muerto. Justo antes de morir, él
les dijo que esperaran hasta que su nuevo Shaykh apareciera y condujera su
oración funeraria.
La señora miró a su hijo y
vio que se esforzaba para desmontarse del burro. "Oh madre mía", dijo él, "¿Tengo alguna ropa
limpia?". Él tomó la ropa limpia, hizo la ablución en un arroyo cercano y luego
condujo a los santos en la oración funeraria.
"Oh madre", dijo el
muchacho, "Tú suplicaste por mí, y ahora debemos separarnos hasta el fin del
tiempo".
Entonces él partió con los
santos. Subieron la colina hasta que se perdieron de vista.
Este es el poder de la
súplica de una madre. Allah hizo que el muchacho cayera inconciente a modo de
seclusión, para purificar al muchacho para su nuevo trabajo.
La súplica de una madre es
tan aceptada como la de los Profetas. A veces, las madres se angustian y
enojan, y piden algún castigo para sus hijos. Pero el amor de una madre es como
un muro protector para su hijo. Ningún daño puede atravesarlo.
Una vez, los Sahaba (ra) le
preguntaron al Profeta (saws): "¿Qué hacemos si no tenemos una madre que
suplique por nosotros?". Él respondió: "Entonces hagan amables favores por la
gente que su madre amaba. Su madre estará complacida y suplicará por ustedes en
la Eternidad".
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