Hajja Anna Adil, sohbat publicado el 14 de Ramadán del 1433.
Le
invitamos a pasar un Ramadán junto a la fragancia de Hajja Anna Adil
(qas). Todos los días de este sagrado mes y durante los tres días del
Eid al-Adha, publicaremos un nuevo sohbat de ella. El día del
aniversario de su fallecimiento, la colección completa se ofrecerá como
un libro. Que Allah (swt) nos mantenga en su santa compañía para
siempre.
Abraham
(as) amaba los invitados. Si no tenía invitados, él ayunaba. Si aun no
recibía invitados, rompía el ayuno sólo con agua y así sucesivamente.
Una vez, él ayunó tres días consecutivos y le asaltó el corazón la pregunta: "¿En el mundo hay alguien como yo?".
Allah
inspiró a Abraham (as) y le dijo que viajara para que observara a la
gente y aprendiera. Entonces él viajó y se detuvo en un lugar plantado
de árboles huecos. Miró dentro de uno de ellos y halló a un hombre. Le
dijo: "As salamu alaykum. Yo seré tu invitado". El hombre respondió: "Bienvenido seas, invitado de Allah".
Abraham
(as) miró a su alrededor y no vio ollas, ni comida, ni guiso. Entonces
se preguntó cómo romperían el ayuno. Afuera, vio una cacerola con dos
granadas.
El
hombre rompió el ayuno con semillas de granada, dando gracias a Allah
por enviarle un invitado. Luego, Abraham (as) le preguntó al hombre con
qué frecuencia rompía su ayuno. Él le contestó que sólo lo rompía
cuando venía un invitado, y que la última vez había sido un mes antes.
Abraham
(as) quedó atónito, ya que él lo rompía cada tres días. Luego Abraham
(as) le preguntó qué hacía si no llegaba ningún invitado. El hombre le
contestó que en ese caso, ayunaba otro mes. Esta vez Abraham (as)
expresó su asombro y el hombre le dijo que eso no era nada, que había
un santo más elevado a una distancia de un día de viaje.
Abraham
(as) siguió sus direcciones y encontró a un hombre sentado en una
cueva. Él le dio sus saludos y le pidió ser su invitado. "Bienvenido
seas, invitado de Allah", dijo el hombre, y permaneció sentado en el
mismo lugar, sin hacer nada.
Cuando
el Sol se puso, ellos se pararon y oraron juntos, pero aun no había
signo de comida ni de cocinar. En ese instante, pasó un venado. El
hombre señaló al venado para que se acercara y cuando llegó, ya estaba
cocinado y servido.
El
hombre le dio las gracias a Allah por enviarle un invitado. Abraham
(as) le preguntó qué tan seguido rompía su ayuno. "Una vez cada dos
meses", el hombre contestó; "Y si no llega ningún invitado, ayuno dos
meses más".
Abraham
(as) quedó estupefacto. "¿Hay alguien más como tú en este lugar?",
preguntó. "Sí lo hay", dijo el hombre; "En las montañas libanesas".
Abraham
(as) fue a las montañas y encontró a un hombre muy bien vestido, con un
turbante muy hermoso. Abraham (as) le dijo: "Me gustaría ser tu
invitado". A lo que el hombre respondió: "Bienvenido, invitado de
Allah", y llevó a Abraham (as) a una cueva muy bien decorada, cómoda y
lujosa. A Abraham (as) le gustó mucho la cueva y su ornamentación.
Ellos
rezaron juntos la oración del atardecer y luego el hombre le pidió a
Allah que les enviara alimento para romper el ayuno. El techo de la
cueva se abrió y cayó una mesa con todo tipo de comida. Después de
comer, el hombre le agradeció a Allah por enviarle un invitado. La mesa
subió y el techo se cerró.
"¿Cada
cuánto rompes tu ayuno?", preguntó Abraham (as). "Cada tres meses",
dijo su anfitrión. "Y si no llegan invitados, ayuno tres meses más".
Entonces,
Abraham le preguntó si la cueva era su casa. "Oh, no", dijo el hombre.
"Esto es una mezquita. Tengo otra casa". Abraham preguntó si podría
verla. El hombre le dijo que fuera a la cueva de al lado y agregó: "Si
regresas, te llevaré a mi casa".
Abraham
(as) fue a la siguiente cueva. Dentro de la misma, había un gran león
cuyo rugido hacía temblar la montaña. Abraham le dijo a león: "Estate
quieto. Es Abraham quien está frente a ti", y el león se pacificó.
Luego
Abraham (as) regresó a donde el hombre, quien le dijo que cerrara los
ojos y se trepara en su espalda. Ellos volaron por el aire hasta llegar
a una isla en el medio del océano. Ahí, en la costa, había una larga
alfombra de oración. Algunas piedras marcaban la dirección de la
oración, una jarra rota contenía algo de agua para la ablución y
además, había una lamparita de aceite.
A Abraham (as) le sorprendió lo lujosa que era la mezquita frente a la sencilla y escueta casa del santo.
Abraham
(as) le pidió al hombre que suplicara por él. Pero el hombre respondió
tristemente que sus súplicas nunca eran aceptadas. Abraham (as) le
preguntó cómo era eso posible. El hombre le respondió que durante
cuarenta años él había estado suplicando algo que nunca le había sido
concedido. Abraham (as) le pregunto qué era eso que él pedía. "Una vez,
hace cuarenta años, en uno de mis viajes vi a un bello niño de cabello
largo, llorando en la orilla del mar. Él decía: `Oh, quiero ver a mi
padre Abraham'". Ese bello chico era Ismael (as). Desde ese entonces el
hombre anhelaba conocer al padre de aquel hermoso chico. Durante
cuarenta años suplicó para conocer a Abraham (as).
En
ese momento Abraham (as) le dijo al hombre quién era. Ellos se
abrazaron y el hombre agotó felizmente su último aliento. Abraham (as)
se sintió muy triste. Lo lavó, lo envolvió y lo enterró.
Allah
envió a un ángel para que se llevara a Abraham de la isla en el dorso.
El ángel le preguntó a Abraham (as) a dónde quería ir. "Al fin del
mundo", respondió Abraham (as). Él alcanzó el fin del mundo y allí
encontró un portón decorado con piedras preciosas. Le dijeron que esa
era la puerta del arrepentimiento y que permanecería abierta hasta que
el Sol saliera por el Oeste. En ese momento cerraría.
Luego Abraham (as) le pidió al ángel que lo llevara a donde Ismael (as). Abraham (as) y su hijo se abrazaron.
El
Profeta Abraham (as) se arrepintió de haber pensado que él era muy
especial porque ayunaba tres días seguidos en espera de un invitado.
Para cada nivel hay un nivel más alto. Allah no se complace con aquellos que piensan demasiado bien de sí mismos.
Transcripción: http://saltanat.org/postpage.php?id=60&lng=en
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